Sunday, February 23, 2014

Presentación, en Sevilla, del libro de Juan Carlos Rodríguez, "De qué hablamos cuando hablamos de marxismo", con participación de miembros del grupo HUM-536


El día 7 de marzo Juan Carlos Rodríguez presentará en Sevilla (Casa de la provincia, 18,30 horas) su última obra De qué hablamos cuando hablamos de marxismo (Madrid, Akal, 2013). Esta presentación se enmarca dentro de un trabajo de colaboración (que comenzó el curso pasado) entre el grupo Compolíticas de la Universidad de Sevilla y el de Sociología de la filosofía de la Universidad de Cádiz.
La obra de Juan Carlos Rodríguez interesa, y mucho, a la sociología del conocimiento en general y a la sociología de la filosofía en particular. En su último libro se propone un balance de la tradición marxista así como un esfuerzo por vivificarla; nos quedaremos, con la primera parte y con todo lo que ésta aporta para una sociología del pensamiento marxista. Porque sin encomendarse a la sociología (al menos en su versión más académica), el autor intenta desbrozar cuanto alía al marxismo con dos tendencias inscritas en el pensamiento tradicional --y ese proceso interesa a una perspectiva como la nuestra. En primer lugar, la creencia en la autonomía esencial del pensamiento y, en segundo lugar, ligado con lo primero, la imposibilidad de proponer análisis históricos creíbles.
Para comprender lo primero deben hacerse dos operaciones. Una consiste en situar a la filosofía dentro del conjunto de los discursos porque, evidentemente, el marxismo propone una teoría de la lectura de la religión, el arte, incluso de la ciencia, que vincula a estos con su exterior, con otro tipo de prácticas ¿por qué no tiende a realizarlo con la filosofía? Juan Carlos Rodríguez durante todo su trabajo ha intentado, con un éxito importante, construir una genealogía del sujeto moderno (con indicaciones también importantes acerca de los discursos en el esclavismo o el feudalismo) apoyándose en el estudio de la literatura. ¿Por qué considerar que el sujeto moderno se comprende mejor en Hume o Kant que en Garcilaso o Góngora? Porque la filosofía universitaria, incluida en ella buena parte del marxismo, otorga a la filosofía un papel preponderante respecto del conjunto de prácticas ideológicas. La filosofía sintetiza el resto de las prácticas y, de ese manera, interviene en las prácticas sociales (por ejemplo, en la política). La filosofía, entonces, mantiene un lugar privilegiado que permite, pese a la profesiones de fe críticas, su cultivo autónomo, desgajado de las coordenadas sociales en las que nació. En ella, más que en la literatura o más que en el pensamiento político, se vislumbran las tendencias intelectuales de cada tiempo.
Vayamos ahora con la segunda operación. La filosofía marxista, insiste Rodríguez, precisamente por ese privilegio, no puede pensar la relación del pensamiento con su espalda. ¿Por qué? Porque inviste a la filosofía, incluidos los autores del canon marxista, de un valor ritual: celebración de los fundadores, de los nombres fetiche, etc. Rodríguez recuerda una imagen que Althusser recogía de François Mauriac: las personas ilustres no deben tener culo y cuanto queda a su espalda debe obviarse. Del mismo modo, los autores marxistas carecen de trasero (en suma, cuando filosofan se convierten en seres sin más interés que la verdad) o, de lo contrario, no podríamos leerlos sin reconstruir las coordenadas en las que pensaron. Así, el filósofo marxista y su lector, se ejercita en lo que Chaplin y Brecht ejemplificaron como el cierre de la maleta. Se intenta meter la práctica en el canon filosófico y lo que no entra o chirría corre la misma suerte que la ropa que sobresale de la maleta: se recorta con unas tijeras y se le olvida. Claro, cuando uno intenta vestir la realidad con la ropa recortada, el efecto es ridículo. Obviamente, Rodríguez trata aquí la compleja relación entre el objeto que se piensa y el objeto real y el primero nunca puede reproducir el segundo. El problema con la filosofía es olvidar la alquimia (diría Ortega) con la que cada pensador convierte su mundo en conceptos. Y sin comprender el mundo y cómo lo transforman los conceptos no se comprende lo primero.
Entremos ahora en el segundo problema: debido a este filosofismo, la teoría marxista no puede comprender bien su propio pasado. Al idolatrar a los fundadores, al olvidar que todo autor se encuentra atravesado de múltiples tensiones, se olvidan los conflictos e incoherencias:  aplanadas en un pensamiento filosófico, dotado de la coherencia discursiva que presupone la filosofía de manual, las contradicciones se malmeten en la maleta o se las desliza por debajo de la alfombra.
Juan Carlos Rodríguez lo muestra analizando a Marx y a Engels y al filósofo que más influyó en su propia evolución intelectual (Louis Althusser). Los primeros alternan entre un núcleo original y creador –un pensamiento radicalmente histórico basado en la perspectiva de los explotados- y una visión tecnicista del desarrollo histórico: las fuerzas productivas crecerían tanto que el traje de las relaciones sociales se les quedaría pequeñas y por eso estallan. Ese tecnicismo se encontraba en los fundadores y posteriormente se exacerbó y simplificó, con consecuencias dramáticas en el socialismo soviético. Juan Carlos Rodríguez coincide aquí en puntos centrales de la crítica de Castoriadis al marxismo –del que lo separa la apuesta por permanecer dentro de la propia tradición. Juan Carlos Rodríguez propone así una interesante teoría del pensamiento estalinista y de su correspondencia con la realidad histórica del movimiento comunista. Para lo cual, y pensando con él, cabe preguntarse sobre cómo su teoría de la escolástica feudal podría aplicarse a cualquier lectura de la realidad apoyada en un libro sagrado, en su eterno comentario y en su consideración de que todo cuanto se aparta de lo allí consignado, se encuentra trastornado por el Maligno –o la ideología burguesa.
Althusser, por su parte, también adolece de una tendencia ahistórica, allí donde más lo rehabilita una parte del pensamiento contemporáneo –así, en su teoría de las ideologías. El individuo no se subjetiva del mismo modo entre los griegos que la época que llamamos barroca. Los ejemplos de Althusser, muestra Rodríguez, parecen partir de la imagen de un sujeto común desde el Moisés bíblico hasta hoy y la manera de pensarse como un yo no es la misma en Atenas, en la Florencia de las ciudades o en el capitalismo manchesteriano.
Termino. Al comienzo de la era moderna, cuando se intentaba reivindicar la capacidad del alma para leer el mundo sin atenerse a los libros sagrados, la Inquisición, nos recuerda Juan Carlos Rodríguez, juzgó al catedrático de Lenguas Clásicas Sánchez de las Brozas. Démosle la palabra: “al preguntársele al Brocense si pensaba que para llegar a Dios era necesario pasar por Santo Tomás, nuestro parvo profesor se limitó a contestar: “mierda para santo Tomás””. No quisiera excederme de escatológico (ya he hablado del culo, y ahora de su producto…) en esta entrada de blog pero quizá podíamos sustituir hoy al Aquinate por la tradición marxista en la sentencia del Brocense y lanzárselo provocativamente a los cultivadores de la tradición. No por desdén contra el marxismo. Juan Carlos Rodríguez tiene muy buenas y convincentes razones para seguir siendo marxista. Tampoco, dicho sea de paso, ningún desprecio contra Santo Tomás. Juan Carlos Rodríguez, y cualquiera que no sea un idiota, lo respeta muchísimo: en Tras la muerte del aura cita sus palabras contra la usura para recordar que no siempre se ha adorado al Lobo de Wall Street. Pero las gafas de la escolástica marxista nos impiden cultivar aquello genuinamente rompedor del marxismo: pensar el mundo desde los de abajo y transformarlo y para eso la lectura ahistórica de los clásicos, su cultivo como pensadores de manual, es un enorme obstáculo. Porque respecto de esto, de la lucha contra el capitalismo, la obra de Juan Carlos Rodríguez ofrece también ideas fundamentales y siempre polémicas a las que haré referencia en un artículo y sobre las que hablaré el día 7 de marzo; aunque, fundamentalmente, y eso es lo más interesante, de ello hablará el autor.




Wednesday, February 19, 2014

"Felipe González y el liderazgo", reseña del libro de Felipe González, "En busca de respuestas", por Ramón Vargas-Machuca, en la Revista de Libros


El último número de la Revista de Libros (febrero 2014) incluye una amplia recensión del libro de Felipe González, En busca de respuestas (Barcelona, Debate, 2013). Se titula "Felipe González y el liderazgo", y su autor es nuestro compañero Ramón Vargas-Machuca. En este trabajo se examina la tesis principal del ex-presidente: el liderazgo es crucial para superar la crisis, pero este escasea. Vargas-Machuca desmenuza cuidadosamente el texto, desde la perspectiva de la filosofía política y la politología. Concluye aludiendo a las raíces del problema, en el caso del PSOE, haciendo referencia a la implicación de Felipe González en el trasfondo de la situación actual:

"Finalmente, no supo irse a tiempo ni resolver bien su relevo, y el relato no aclara por qué. Alude a la dificultad que, en general, tienen los líderes en este punto; prefiere especular sobre el relevo generacional o el meritocrático que, según el autor, se practica en el régimen comunista de la China actual o sobre la limitación de mandatos en algunas democracias (p. 41). Sorprende que no haya ni una alusión concreta a lo que explicaría las dificultades para ser reemplazado. Y es que el PSOE, como la mayoría de los partidos, terminó transformándose en un partido de profesionales de la política sometido a un régimen clientelar de relaciones y a un tipo de reclutamiento inverso donde sólo prosperan los que practican una suerte de «lealtad perruna». Me pregunto si no tendría que ver con este estado de cosas resultante quien durante más de veinte años fue su secretario general, al menos por omisión o consentimiento. Pero sobre estos asuntos Felipe opina como si la cosa no fuera con él"

Conferencia de Jesús González Fisac en el ciclo "Lo Real y su Doble", organizado por la Fundación Carlos Edmundo de Ory

Ayer martes 18 de febrero a las 19'30 h., en el Centro Cultural Reina Sofía, nuestro compañero Jesús González Fisac pronunció la conferencia titulada "Velázquez en Ortega y Gasset. La pintura como des-realización". El acto forma parte de ciclo  de Pensamiento, Filosofía y Estética, "Lo real y su doble", organizado por la Fundación Carlos Edmundo de Ory, con la colaboración de la Fundación Municipal de Cultura, del Ayuntamiento de cádiz. 

Thursday, February 13, 2014

Conversación sobre "La Norma de la Filosofía", de José Luis Moreno Pestaña, en la UNED

 
Un diálogo con Francisco José Martínez y Antonio García Santesmases a propósito de La norma de la filosofía. He aquí el primero y el segundo de los programas.

Saturday, February 8, 2014

"Lo real y su doble". Ciclo de Pensamiento, Filosofía y Estética, organizado por la Fundación Carlos Edmundo de Ory y el Ayuntamiento de Cádiz

Durante los días 11, 18 y 25 de febrero, a partir de las 19'30 horas, en el Salón de Actos del Centro Cultural Reina Sofia, tendrá lugar un ciclo de Pensamiento, Filosofía y Estética, titulado "Lo real y su doble". El coordinador es Javier Vela, y el programa es el siguiente:

Martes 11 de febrero
Miguel Florían: "La infancia de las palabras (poesís, memoria y olvido)"

Martes 18 de febrero
Jesús González Fisac: "Velázquez en Ortega y Gasset. La pintura como des-realización"

Martes 25 de febrero
Sylvain Le Gall: "Mundos posibles y personajes de ficción"


Wednesday, February 5, 2014

Reseña del libro coordinado por Valentín Galván, "El Evangelio del Diablo. Foucault y la Historia de la Locura", por Luis Roca, en El Viejo Topo

Acaba de ver la luz una reseña del libro coordinado por nuestro compañero del HUM-536 y profesor de la Universidad Pablo de Olavide, Valentín Galván, El Evangelio del diablo. Foucault y la Historia de la locura, editado por Biblioteca Nueva en 2013, de cuya aparición dimos noticia en un post anterior. El autor es Luis Roca, y se publica en el último número 313 (Febrero 2014) del semanario El Viejo Topo, p. 80-82

Saturday, February 1, 2014

Fallece en Madrid el filósofo español, Carlos París

El filósofo Carlos París (Bilbao 1925), falleció ayer en una clínica madrileña, a causa de una neumonía. Era Presidente del Ateneo de Madrid. Junto a Rafael Sánchez Mazas y desde el Departamento de Filosofía e Historia de la Ciencia del CSIC, impulsó en los primeros años cincuenta, la revista Theoria, de duración efímera en esa primera etapa, pero que contribuyó decisivamente a la renovación de la epistemología española. Desempeñó un papel fundamental en el proceso de la transición de la filosofía española, a través de su obra y de la dirección, a comienzos de la década de los setenta, del departamento de Filosofía de la Autónoma de Madrid, donde protegió (enfrentándose al Ministro franquista Julio Rodríguez) y fomentó la labor de importantes "jóvenes filósofos" españoles que entonces comenzaban a despuntar, como Javier Muguerza, Javier Sádaba, Alfredo Deaño o Fernando Savater. Sobre su papel como filósofo de la ciencia e introductor de la epistemología bachelardiana, puede consultarse el reciente artículo de nuestro compañero Francisco Vázquez en Theoria. Desempeñó los cargos de diputado y senador por el PCE. Entre sus principales libros publicados, destacan Física y Filosofía (1952), Ciencia, conocimiento, ser (1957), Mundo técnico y existencia auténtica (1958), Filosofía, ciencia, sociedad (1972), El rapto de la cultura (1978), La lucha de clases (1977), Tecnología y violencia (1985), El animal cultural. Biología y cultura en la realidad humana (1994), Memorias sobre medio siglo. De la Contrarreforma a Internet (2006) y La época de la mentira (marzo 2014). A modo de homenaje, véase el artículo de Lidia Falcón, "Carlos París, un gigante del pensamiento", publicado hoy mismo por el diario Público.